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17 de junio de 2019

Parece terrible quedarse soltero

Es difícil de creer, pero a veces llega un momento del día en que A. y yo no sabemos qué más hacer. Las primeras horas las desgastamos en decirnos qué hemos estado haciendo este tiempo: que ya va a terminar la primaria, que si a mi chica aún le gustan o no los gatos, que si es verdad que se nota que A. ya ha crecido tres punto cinco centímetros más que la última vez, "Un día serás como ese árbol de allá", le digo.

Después de hablarnos y de testearnos los juegos que nos inventamos, llega un punto del día en el que ya no sabemos qué más podríamos hacer. Nos tiramos al sofá, ella se acurruca en mi estómago y nos hacemos autómatas que ven el televisor: una terrible serie que trata de sirenas. Pienso: el cabello de A. mide más de medio metro, seguro que sí.

A. estira la mano y toma un libro de los que están frente al sillón y pregunta si éste ya lo leí. Le digo que no. Médico rural y otros relatos pequeños. Intenta leerlo:

-Propósitos. Superar el abatimiento debería ser fácil... ¿qué es abatimiento?- pregunta luego de una lectura lenta y pausada.
-Déjame ver...

Tomo el libro que me muestra y ella regresa de nuevo al lugar en mi panza que siempre hay para ella. Es verdad, hay relatos cortos. Este, "Propósitos", trata de lo sufrible que es simular que no te afecta la gente; que saludas, sonríes, te comportas amable y lo soportas todo.

Leo otros tres relatos, el tercero se llama "La desgracia de los solteros" y comienza así: "parece terrible quedarse soltero". Más adelante dice: "Y cuando se llega a viejo, suplicar una invitación, intentando mantener la dignidad, cada vez que se quiere pasar una velada en compañía de otros... Traerse la cena a casa en una sola mano, tener que maravillarse de los niños de los demás y no tener que repetir siempre 'Yo no tengo hijos'".

Pausa dramática: yo no tengo hijos. De hecho, A. no es mi hija y tampoco mi hermana menor. Su madre sí que podría decirse ser mi hermana: vivimos más de una década juntos, baja la misma casa, dividimos el poco alimento durante muchos años, pero entonces ella ramificó su vida hacia otros lados y se dedicó a otras cosas, por ejemplo a crear a una bebé, nombrarla A. y traerla, ahora de niña, de visita para dejarla toda la tarde, a veces días enteros.

Yo no veo en A. la figura de la hermana menor que no tuve, tampoco de la hija que aún no tengo, y cuando a veces hasta sin notar enrollo los dedos en su cabello, pienso también en que se parece al de su madre cuando ella y yo éramos niños. Cómo no decirlo si sus cabellos son tan largos como esos días con hambre.

A. tampoco me mira como un hermano mayor, o tal vez sí, no lo sé, pero definitivamente no como un padre, tiene el suyo. Yo creo que me ve más bien como un amigo porque a veces me habla de las cosas que le dicen sus padres de por qué la regañan "¡es injusto!", y ni siquiera espera mi aprobación como adulto, sino sólo ser escuchada sin que la regañen, sin que la corrijan.

En fin, yo no tengo hijos, tengo libros; tampoco mi novia los tiene, ella tiene gatos, y tal vez un día haya alguien que lea y acaricie un gato a la vez, sería lindo. Pero hasta ahora no me había sentido insuficiente o sobajado por eso, por que los hijos de mis hermanos o de los amigos me vean como su amigo y me platiquen cosas que no quieren contarle a sus padres y sí a un adulto que no los vea como idiotas porque de alguna manera, si quieres incluso patética, algunos solteros somos los niños más grandes para ellos.

Bueno: fin de la pausa dramática. Cierro el libro, sólo tres relatos cortos leídos y me parece excelente, así es Kafka.

-¡Ah, abatimiento me dijiste! Es como cuando...

Intento explicarle, pero A. está ahora dormida, no me iba a esperar a que terminara mis sinsentidos. Ella está cómoda y la verdad es que yo también, sólo apago el televisor porque esa teleserie de sirenas felices que a A. le gusta ver está como para prenderle fuego y barrer las cenizas.

Pienso: "está bien, dormimos una hora y después la regreso a su casa, antes de que anochezca".

Dormimos tres horas al hilo.