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3 de marzo de 2011

00.46 (Cada noche)

No le pregunte que a dónde iba,
ni me despedí de ella,
ni le dije que yo acá la esperaría.

quizá no sea mía la espera. Va despertar cien veces sonriendo, pensando en mí

Tomó su bolsa y se maquilló [sus labios rojos cómo crepúsculos sangrientos].
Su pelo negro intenso, negro como la suerte echada de mi noche. Tan oscuro como la maldición de sus palabras.
Qué figura tan más colmada de gracia ví. Los poetas escribirían un poemario acerca de su espalda esbelta o se rascarían los ojos para ver lo cierto de las mentiras. Yo me dediqué a encender un cigarro y a imitar su maldición a lo abismal. A las luces artificiosas y falsas de unos ojos lejanos.

Ni le pregunte a donde iba. Y para qué si ya sabía.

Habla cuando fuma. Imagino que su voz son espectros de secretos jamás revelados o sombras vivientes que deambulan por el umbral de las calles. Y una luna, celosa de ella, le esculpió una hermana para que se estirara hasta mí. Yo rocé con mis dedos la parte central de su pecho pintado en el suelo, me pareció real. Tan frío, tan duro.

Y quise gritar mis suspiros, pero fallecieron en mi garganta. Qué triste mi susurro que omitía por vergüenza.
Luego, de pronto, ya le iba a decir que a donde iba.
pero ya se estaba yendo
pues una candela, más luminosa que yo
solapo mi instante.

Se fue. Ni le dije que yo acá la esperaría, en la otra esquina.
Se fue. Se fue veloz con un instante más automotriz
y por una ventana, que va a ser empañada, me susurro
esperame

-Omar RT 11-