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16 de diciembre de 2010

No encontrarás a nadie como yo (Aprenderás a no caer)

Nunca te engañé. Nunca te mentí
(Nunca lo negué, Nunca dejé que te enteraras)

No haría eso
(lo haría tan bien que ni te enterarías)

Sé cuanto me quieres
(vas a perdonarme)

Te soy sincero
(No me avergüenza ser tan sínico)

No volverá a pasar
(No puedo equivocarme dos veces en lo mismo)

No, no sólo de amor vive la mujer. La verdad no. Pero les juro, de labia sí.

No es que yo sea uno de ellos. Quisiera, pero pues no puedo...

Lo juro, por la cruz de mi cabecera, que no te pido más de lo que ya tengo tuyo.

Dos:

Dormitante

Qué he de querer ser sino otro de tus tajares, 
qué sería de ti sin la vigilia de este ciego.
Me basta verte mientras te sueño,
me gusta expresarte extendida en lo profano
mientras mis párpados se anestesian
para incendiarme y verte en duermevela.
Aquí había tinta, bruma, candela
 y otro ataúd que en su frente decía:
Por ti me deshilvano en lo lejano,
miro tu rostro y frunzo mi siño.
Yo, de tus tajares, también soy de este fuego
que dormita y se ahoga entre tus mares.

Eres ausente como el calor de Siberia.
Tan bueno y malo, como es el Ganges
y más innoble que la Luna de Hielo.

Y tu boca descafeinada
como un muffin
o como la caries.