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9 de octubre de 2011

"Al perderte yo a ti...

Juego de uno
¿Lo sigues esperando? Sabes, nunca vendrá. Se ha quedado varado en el camino, se ha quedado en la disyuntiva entre defraudarte de nuevo o dejarte con el deseo prolongado que te hace buscar unos ojos cuales sólo tu nombraste -y nombrarás repetidas ocasiones- "reestrenarás con otra piel/ palabras que inventaste conmigo"
Y si lo alcanzas -o te alcanza para tu desdicha- y se atraviesa o segrega en ti una espina, recordarás aquella primera que te espinó; no te pediré que recuerdes mi nombre, te pediré que exacerbes tus recuerdos y que me exaltes en uno, en el que quieras, será el mismo que el mío -aunque lo repulses-
Por último, tres. Es un extraño método de explicarte como no me importas, porque sé que a ti, igual que a mí, se nos olvidará de alguna manera lo que ya habíamos olvidado. Propongo un empate al juego que sólo yo jugué. 
 
Condenados
¿Te acuerdas, Monet, que tú y yo nos amábamos tanto? pues te quiero contar que ayer recapitulé algo de lo que fuimos. No pude evitar recordar la lluvia de hojarascas en el Parque Vía -el viento haciendo círculos en el pasto-, no pude desmemorizar que goteaba el cielo, que era como sal mojada que nos aventaban las nubes. No pude, por más que quise, olvidar que me echabas lumbre con tus besos, porque la sal se hacía mares de sal y las hojarascas bosquejos aéreos y tú y yo nos escondimos en el árbol más ancho del mundo, te digo, no puedo olvidar que me susurraste al oído -igual que la tempestad de la lluvia- que este sería el mejor día de tu vida siempre.
Por eso, Monet, antier que me dijiste que tú ya lo habías olvidado, me puse a juntar los recuerdos para meterlos a la bolsa negra, dejarlos en la ropa sucia y enterrarlos en la fosa fúnebre. También pensé que estamos condenados a una de dos cosas: a jamás volver a sentir ni casi igual lo de aquella vez que te cuento o que tú o yo, con otra gente, lo vivamos con mayor intensidad y digamos que esto no fue para tanto. Qué triste.
-Omar Tiscareño-
...tú y yo hemos perdido" Ernesto Cardenal