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22 de octubre de 2011

Recuerdo instintivo



uno:

Vamos ahí, la anchura del sendero es oscura y siniestra por tanta luz -nunca un recuerdo me resulta luminoso-; líneas engañadas se trenzan por tu pelo, son tus dedos también los que se enredan a los míos.

Hilas con tus ojos un futuro que ya alcanzaste. Me miras. En alguna ocasión te inventé, eres la suma de todos mis errores, pero de eso no quiero hablar, no quiero contar qué me ha traído aquí ni tampoco por qué eres el reflejo de mis miedos.

dos:

Por que sé que te llevaré hacia algún lado, quizá a una tierra exenta de mí. Llega. Es un vehículo insuficiente, no obsoleto. El conductor es meramente fantasmagórico, podría preguntarle quién es y respondería sin gesticular ni un sólo lenguaje. Yo sé quién es, quizá lo dijo antes de que preguntara, pero lo he olvidado intencionalmente.

¿Te he dicho que somos como anillos de Saturno? Somos los más desamparados, somos cuerpos absurdos e inexistentes, ya sabrás por qué.


tres:



Surge el detesto y la desesperación. Un ocho se recuesta en el sendero, no será agotado por los círculos que dibuja el vehículo. Es un cerro altísimo la escarpa, el sendero una espiral ascendente. Somos un fuego propagado, la tierra está harta de tanto pedrusco.

Todo se desfigurará. El sendero se achica, se deshace como trozos de terrones. El conductor también se desplomó pero no le tomamos importancia. Los suelos parecen estar en una altitud sumamente absurda, pero hermosa.

cuatro:

Las piedras manchadas de sangre como salpicones de agua rojiza. Mi cuerpo, ajeno a mí, torcido como nudo de alambre desechos; el tuyo como pájaro caido, queriendo alzarse de nuevo aunque débil. El vehiculo se volcó.

Dices qué ya es aquí el lugar. Me hilas con tus ojos de nuevo y dices: "ojalá te guste el infierno"

SIGUE PENDIENTE