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24 de abril de 2012

El último lugar

Alguien debería hacer un estudio sociológico sobre las personas que se sienten comprometidos a regalar una moneda a quienes hacen espectáculo en el autobús. Una razón podría ser la influencia católica que compromete a ayudar al prójimo; quizá se reconozca el esfuerzo, más la empatía u otras cosas más, qué sé yo.

Antier iba en el camión, dormí de pronto, como si me hubiese desplomado el cansancio o me fulminara el sueño y el calor, y soñé, tal vez arrastré hasta mis sueños mis pensamientos:

es una carrera de hombres, realmente una carrera, es un circuito de quizá una milla cuyas vueltas no se anotan ni se valoran, todas parecen ser la última vuelta. Somos sólo hombres corriendo para alcanzar una meta que nadie asegura si haya.

Aunque también puedes ayudar a los demás participantes, todos se golpean los talones o se jalan las playeras para derribarse, se pisa a quien cae o se le patea en la cabeza para retirarlo de la competencia con su convulsión, es común, somos tantos que es normal.

Yo no tengo la posibilidad de golpear ni ser golpeado, soy la última posición del tablero. A veces, cuando alcanzo al penúltimo y sus consiguientes, desacelero o detengo mi paso: ellos también se detienen, ahorcan a otros o se rompen sus piernas, eso es aún más triste, hay quienes quieren seguir participando con sus piernas rotas pero también son retirados o ellos mismos se retiran con el suicidio.

En ocasiones zigzagueo para entretener mi ruta, hago espirales, cuento los pasos que hago en ciertas zonas, lo que sea para ganar tiempo, no estoy seguro si lo correcto es decir ganar, pues parece que aquí el tiempo no transcurre, siempre es un día soleado. Fantaseaba con que todos se habían destruido entre sí y llegué a con la primera posición y me celebran como si fuera un modelo ejemplar y las reglas cambian gracias a mí, que el juego se tornaba diferente: nadie gana porque nadie pierde. Realmente era entusiasmante pensar en eso, pero hace tanto tiempo que me doy cuenta de la verdad, y es que eso nunca sucederá.

Entonces iba trotando en reversa, me causa gracia hacerlo, por eso lo hago. Divisé a lo lejos un participante que corría enérgico como a nadie había visto. ¿Qué podría hacer? estaba completamente seguro de que era el último lugar, me había esforzado tanto en alcanzar esta calma. ¿Y si intenta derribarme? podría lograrlo fácilmente, en cuanto se acercaba, notaba su musculatura y repito, es tan enérgico como nunca he visto a nadie.

Corrí, creo que nunca lo he hecho así, con todas mis fuerzas. Mis pies ardían en calor, sentía que caminaba sobre el mismo infierno y que un diablo poderoso iba tras de mí a perforarme con los cuernos de su trinche. Miré atrás en varias ocasiones, era inminente que me alcanzaría, pensé en ya no gastar mis fuerzas y esperarlo para combatirlo, pero eso no sería de mí. Me alcanzó, golpeó mi talón provocando que corriera a trastabille y luego caí. Procuré que en mi caída me alejara de él pero me persiguió y ya estando yo en el suelo pateó mi estómago tan fuerte que me sofocó por mucho tiempo, no cabe duda que en sus piernas está la fuerza de cien hombres. Al principio no me daba cuenta, no me había equivocado: él era el primer lugar.

Nunca me importó saber cuál era la razón de ser de este juego, pero ahora me preocupaba algo más, ya no sabía cuál era la razón por la que estaba ahí. Entonces me detuve completamente y pedí que se me retirara de la competencia. No sé quién escuchó, pero así fue. Era el primer participante que se retiraba de esta manera. De pronto ya estaba fuera, dolorido, feliz de la resignación. Al salir al público, muchos se ofendieron conmigo, habían apostado por mí, creían que todos se destruirían entre sí y que tal vez podría ganar. Fui a la sala de apuestas y dejé todo lo que tenía de valor apostando a favor de aquél que me derribó.

Luego desperté, ya había pasado mi destino. Al querer bajar, me detuvo un señor para pedirme una moneda, jaló mi playera. Yo no tengo por qué darle nada. Alguien debería hacer ese estudio, para explicar si uno debería sentirse afligido si no quiere ayudar a otro de esta manera.

-Omar Tiscareño-