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10 de julio de 2012

La vida en rojo

Cuando desperté, ya no estaba Mónica a mi lado, pude buscarla pero no quise, entonces me recosté una hora más, todas las sábanas estaban manchadas de rojo. Después fui al lavabo a enjuagarme la cara, tenía costras secas que me costaron trabajo quitar, miré al espejo, esta vez no hubo ningún mensaje escrito, reí sin ganas, como forzando mi risa.

Llegué a la sala y pensé: me buscará, no cabe duda, cuando su odio le queme la sangre; querrá vengarse pero ya estaré muerto, escupirá mi lápida y me maldecirá, caerá en mi alma toda la superchería que provoqué pero jamás estaré arrepentido, acaso satisfecho y más ligero. Descubrí bajo la guitarra su bolsa, su celular. Tiene muy pocos contactos pero muchos mensajes de números no registrados que la adulan, otros en donde se citan, de algunos que se sobrepasan. Estaban los míos también, mi número sin registrar, inútilmente borré todo rastro de mí. Su bolsa tenía, además, cosas de valor y mucho dinero, le entregaré todo íntegramente a una amiga de ella que apenas conozco.

Mónica es una joven como yo lo fui -hoy tengo la misma edad que ella, pero el cuerpo con más arrebatos-, se divierte bajo los mismos excesos: la juventud es un éxtasis desatinado, siempre oportuno, equivoco pero existente en cada tocada; es un engrane revolucionando quién sabe para qué. "Nos vamos por un caudal violento y no nos importa a donde nos lleve" me dijo ella después de invitarla a mi casa, justo después del concierto, apenas y lo dijo y yo ya estaba deteniendo un taxi, también la estaba deteniendo a ella, le ofrecí cocaína para aliviarla, había bebido de más. La subí como pude a mi departamento, me pidió que usara mi guitarra, que tocara algo de los Guns, o All nightmare long y mientras  yo buscaba whisky. Sí, ganaba sobriedad y no es lo que yo pretendía.

La cocaína tiene un efecto macabro, logra mantenerte despierto pese a los efluvios del alcohol, puedes tomar tres botellas o más y la lucidez del momento no cesaría nunca, es esa la onda, permaneces como gato viviendo la eternidad fascinante de cada instante, pero olvidas que cada movimiento debe preceder un siguiente paso, despiertas aturdido con un dolor de cabeza descomunal, no te importa el presente por que quieres que esto termine pronto, y piensas que así será, que terminado este maleficio al que estas sometido volverás a hacerlo, a iluminar tu cuerpo con cada respirar de polvo.

Así estaba yo, entonces, pretendiendo alcoholizarla de nuevo para que decayera y yo le aligerara su peso con más blanca, con tantos reset olvidaría el origen de ésta partida. Cuando por fin Mónica olvidó a qué planeta pertenecía, la terminé de desnudar y ella no opuso resistencia. La penetré muchas veces, tantas como me dieron ganas, no la cuidé en lo absoluto. Ella, aún consiente pero perturbada por la visión borrascosa -esa visión inundada al vacío-, se satisfacía también, jalaba de mi melena, lamía mis tatuajes. En el momento más culminante, comenzó a sangrar de la nariz.  "No la detengas, deja que sangre" le dije, había reventado en chorros  como una bolsa pinchada o un globo en colisión, era sangre limpia aunque parda, era un estupor de belleza, a la vez era paradójico porque ella me salpicaba de su sangre que era sana, mientras que yo la contaminaba.

La sangre desmitifica muchos clichés, porque la sangre es el sinónimo más próximo de vida, si sientes un corazón latiente es porque hay sangre, el amor es una chispa de sangre caliente inflamando tu cerebro, naces bañado en salpicones de agua rojiza y, precisamente, el pene tiene que estar henchido de sangre para que se erecte y se conciba el apareamiento. Nuestra cuerpo, en sí, es todo un eufemismo, porque la piel oculta un mayor contenido, que es la sangre. Sin embargo, para darte cuenta de ello, habrías que cortarte, perforarte con un disparo o sufrir de un mazazo -no he conocido mujer que no sufra de algo en su periodo-. Entonces, ¿para descubrir la sangre hay que llenarse de violencia? A la violencia se le ha tratado mal, porque muchas cosas bellas están tratadas con violencia, en la primera relación sexual de las mujeres hay violencia al romperse el himen, una mariposa necesita violentarse cuando rompe su capullo para descubrirse a sí misma, al igual que lo hace el infante al romper la placenta. Violentar significa romper resistencia, aquella que no te deja ser, las cuestiones moralistas o éticas enfatizaron una de las tantas bifurcaciones que hay para la violencia: el crimen, el asesinato, etcétera. La verdad es que no es la violencia lo que destroza a la gente, sino la mala voluntad, la inquina, el odio.

Pese a todo lo que he dicho, yo también estoy lleno de odio, pero no es un odio original, no es mío, yo no lo creé ni nació de mí. Es un odio transmitido. No sé de quién, un día amanecí y ya tenía odio en las venas, me lo anunciaron en un espejo, quise creer que era una broma pesada pero un médico lo confirmó "usted fue infectado con odio". No tenía muchas razones para hacerlo, apenas la conocía, lo hizo porque no resistía cargar con tanto odio, hoy la entiendo, ayudé a amenizar su carga pero creo que cargué con más peso de lo que puedo resistir. Nadie te puede ayudar, hay muchas instituciones que simulan ayudar tu cuerpo pero no es del cuerpo de lo que estoy enfermo, es decir, no me importa, porque mi cuerpo tendría que morir algún tiempo, a mí me enfermaron de odio, el odio es color rojo y la vida se me hizo roja, me dio un revés.

Tengo mala voluntad, tengo inquina, así nace el asesinato, el crimen; a la violencia no le importa la ética y violenta todo lo que puede, en este caso la sangre, rompe con la vida, con el amor. Nacen niños infectados con odio, lo descubren después y no saben por qué van a morir tan pronto. Las mujeres, también infectadas con esto, tienen aún más cosas de qué quejarse cuando están en su periodo, porque es un recordatorio de que están arrancando hojas de un calendario que es el último de todos sus años.

Mónica tendrá un dolor de cabeza destrozante por unas cuantas horas, pronto se recuperará. A inhalado tanta cocaína, quiere cada vez más, ella siempre busca aliviarse de cualquier cosa. No sé hasta cuando se dará cuenta de que ha sido infectada, tampoco sé si sabrá que fui yo, pero estoy seguro de que al darse cuenta querrá repartir el odio como lo hago yo. Toda la vida quedará manchada de rojo.

-Omar Tiscareño-


Debo admitir que detesté a mi propio personaje, pero no me dieron ganas de odiarlo.