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10 de noviembre de 2010

Cosmonauta

Y la reentrada, que corta en sajía hasta la vientre lunar, cubre de polvo el módulo a habitar. Y baja lerdo y pausado como danzante del tiempo dilatado. Se vuelve intruso furtivo y pisa sus tierras selenitas. Este individuo es un ser pionero y solitario que viene a catar su cuerpo.

Minero, poeta y cosmonauta, se roba dientes de león asfixiados por el espacio y toma de sus suelos, sin alutación, perlas que son escarabajos color caramelo. Juega con ellas a perderlas y después encontrarlas, y así más y más se aleja del módulo. La actividad extravehicular consume su tiempo y el reloj de su anillo ventral no quiere dar la alarma de regreso. Y luego escucha que el cielo reverbera, después el rugido de un combustible ardiendo y nota la trayectoria suborbital de su nave que viaja con suma liviandad y rapidez sobre un espacio profundo y desaparece junto al deterioro orbital, se vuelve miseria al impactar con chatarra cósmica. El cielo se ilustra de una flor de fuego que combustiona de una extraña manera.

Vibra un temblor en su pecho y no sabe qué hacer, qué pensar. La expedición no contaba con más tripulantes mas que él y no hay forma de que encendiera su nave sin un usuario. Luego chilla otro ruido, si es posible que eso fuera un ruido, un fragor quema al aire que hay en su lejanía y al llegar a la razón de este no encuentra más que ausentismo y desolación. No encuentra nada, no existe módulo ni rastros de él y sus funciones cognitivas básicas están dejando de responder con eficacia, no tiene ni percepción, ni memoria, ni pensamiento lógico

y la luna sigue rotando y él sigue respirando, si más gira o más respira, él morirá