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15 de noviembre de 2010

Tres recuerdos:

I
...me hago de carne y bajo a ver como andan las cosas,
a ver como andas sin mí.
Luego gritas con ese tu tonito cancionero, que no me muero por eso pero me enfría la espalda.

-no te veo, cariño, no veo tan lejos- murmuro para mí, es que ya sabes que estás tan lejos.
tu risita maliciosa me recuerda la graciosa situación que sufre mi visión, mi rango de alcance.

Y cuando ya eres verdad:
no hay maquillaje, calzas huaraches y luces cómoda con tu traje... qué lúcida!

II

Sospecho que es el único lugar donde la gente no es amable. Sospecho que en este pueblo no hay más que viejitos (y sus nietas) huraños que siempre tienen el gesto fruncido. Y yo con raíces en los pies, sentado en una banca que se oxida al mismo tiempo que yo, contando las veces que las palomas pican al suelo, cabeceo de sueño pero no quiero dormir, siento que un buitre confundiría mi cuerpo y me roería.
Pega el badajo con sus paredes, ya lo había estado esperando: saldrás de la catedral y nos perderemos en tu pueblo, que no es un infierno si eres de fe, y hay que saber escondernos, que aquí no se entere nadie.

-No sé por qué imagino/siento un gran ojo en el cielo, me cohibo-le dije.
-Te acostumbrarás-

III

Como soñando gaviotas en un sueño. Quiero llevarte a la realidad, me tuerce tu humedad.

Estamos en un río contando lunas reflejadas, tratando de acertar cual es la verdadera. Erré con tu reflejo.
Eres como las brasas, te juro que sí. También eres como un mar, tu lengua es como un venero y tu respiración en mi oído son corrientes de aire tivio y cuando llego a tu pecho...

hay piedras que no son tan duras.

Y hay caminatas que no son pesadas