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21 de marzo de 2012

El día

...Encontré a una mujer de la que me enamoraba, pero no recuerdo su descripción. Ella también se enamoraba de mí y nos casamos; no recuerdo qué sentía.
Todas las personas hablaban de algo, un hombre dijo una cosa sumamente interesante que revelaría todas las mentiras. Después yo dije algo que a todos exaltó: unos rieron, otros lloraron, no hubo nadie pensativo.

Había algo que me gustaba hacer, me sentía tan enérgico haciéndolo. A ella le fascinaba que lo hiciera con tanta exactitud. Después ella estaba haciendo otra cosa y no conseguía dejarla de ver. Me queda la sensación que aquello fue un regalo de la vida porque lloré, pero no tenía tristeza.

Miraba algo que jamás habrá, su estética era sumamente impresionante, no recuerdo si estaba en el mar o levitaba en el cielo o si surgía de la tierra o si se consumía como el fuego; yo le proferí más de diez adjetivos y ninguno era semjante a otro. Ella dijo que era colosal, extremadamente enorme, yo bajé un poco la mirada y dejé de verlo. Después lo cubrí con mis manos. No me incomodaba su imagen.

La veía a sus ojos, estaba a punto de hacerlo, ella reía un poco sin disimular su miedo. Estaba sucediendo, escurría luz por las rendijas -fuego derramado-, había nubes trancitando como ventarrones. Sentía su calor como si fuera aire tibio, quise tocarla pero no logré moverme, así entendí que no habría regreso. Ella extendió su mano derecha al frente, mordió un poco sus labios, irguió su espalda, alzó su frente. Estaba sucediendo...

-Omar Tisc